1 de agosto de 2018
2:10 de la mañana aproximadamente y me pregunto “¿qué voy a hacer?, ¿quién va a ganar en esta intensa batalla interior?, ¿cuál de todas las voces que tengo alrededor voy a atender?, ¿quién decidiré ser y qué camino trazaré por ese fin?”. Un compañero me dijo que hay veces que solo hace falta aceptar que hay preguntas que no tienen respuesta, y hace falta vivir con eso. Esa contestación a mí no me satisface en lo más mínimo, porque se está comenzando a crear un vacío en mi interior, donde las preguntas inconclusas rodean todo el ambiente. Honestamente, ahora no sé bien quién soy, dónde queda Rachel en medio de toda la incertidumbre y si, en definitiva, no queda en ningún sitio porque el existir a veces se puede tornar así… Así como lo más mínimo que se puede ser, dentro de un mundo que subsiste por ideas, energía y evolución. ¿Cuán al margen estamos en todo este proceso? ¿Cuál es nuestro verdadero rol? ¿Soy observadora o soy participante? Son cosas que ocupan mi mente a diario, en lo esporádico como en lo continuo. No sé qué hacer ni quién ser. Me siento espiritualmente débil y como dominada por una pesadez emocional. Gracias al Creador que todo es un proceso, porque sino no sería capaz de soportar la sensación de no saber qué hay de mí y de esto que se llama vida, y lo otro que se llama mundo. Soy un punto intrascendente, una gota más en el mar, una fracción de la oscuridad del Cielo. No soy mucho. Soy algo más, que en cualquier momento podría desaparecer. Soy una criatura indefensa en una vida que tritura, unas veces más rápido que otras, todos nuestros huesos. Soy otra víctima de la vida, que se fuma el tiempo y juega con nuestra imaginación para que creamos, por momentos, que la podemos superar. ¿Por qué tanto sin sentido? ¿Para qué existir con el conocimiento de nuestra irrelevancia? Incluso cuando hemos encontrado un propósito y parece que estamos haciendo algo más, surge la inevitable reflexión del olvido y la expiración de cuanto hemos vivido. A mí me invade una melancolía que no sé dónde meterme. A veces la comparto y a veces me refugio en el oasis que es el arte para mí. Pero siempre termino buscándole escapatoria a este callejón sin salida. Lástima que no ha sido suficiente, y por mala fortuna o por algún propósito, vuelvo a caer en él. Me vuelvo a encontrar rasgando las paredes del miedo y el sin sentido que jamás superé. Ahora solo dormiré.